Fiesta, borrachera y violencia entre los mineros del norte chico (1840-1900)
Abstract
La construcción del Estado nacional chileno fue, con respecto a Latinoamerica, más temprana, y significó estructurar un discurso del orden político dirigido hacia la supresión de los caudillismos intraelitarios, a la par de la generación de mecanismos de control social destinados a las clases populares, sector en el que, para la elite local, radicaba la ruptura, la violencia y el desorden social. (Esto planteado como una estrategia discursiva y práctica del control del poder). El problema se resumía en el eje semántico orden-desorden, en que la elite asumía la organización del nuevo orden institucional, que, sustentado en el poder, «se apoyaba sobre elementos de orden social» emanados de la homogeneidad de la clase dirigente. La construcción de este orden no era sólo una preocupación política, pues en su vertiente económica tenía como principales interesados en la región a los empresarios mineros —indiscutiblemente vinculados a la elite—, cuya connivencia se manifestaba, desde la segunda década decimonónica, en la pugna por aplicar en el Norte Chico una serie de reglamentos destinados a los sectores populares, mediante los cuales intentaban definir parámetros sólidos para su acceso estable a mano de obra. La constitución del orden que discutimos contaba con el argumento de la moralidad en el discurso de la Iglesia Católica, que veía en las conductas populares un cúmulo de vicios identificados con la crápula de la sociedad. Otro referente conceptual gravitante en la sociedad decimonónica fue el binomio sarmentiano de civilización-barbarie, que, desde mediados de siglo, llevó a las antípodas de la civilización a indígenas y sectores populares, masa social sobre la cual la elite se auto-asignó una misión civilizadora.