Que la dicha herida se la dio de buena, sin que interviniese traición alguna...: el ordenamiento del espacio fronterizo mapuche, 1726-1760

Autores/as

  • Leonardo León Universidad de Valparaíso.

Palabras clave:

Tradición, frontera, mapuche, siglo XVIII

Resumen

Nadie reconocía en él patria ni bandera. Cuando llegaba a los pagos de Quirihue, Rere, San Pedro, Tinguiririca, Puchacay o Maule, los inquilinos y mayordomos de las haciendas rehuían de su compañía porque leían en las cicatrices de su rostro, en los tatuajes de su cuerpo o en su hablar tosco y extraño, al hombre que vivía recorriendo caminos, huyendo de su propio nombre y de la justicia. Procreado en la violencia de un momento que nadie recordaba, su vida se inició en el mundo de los miserables, recogiendo las migajas con sabor a vino y cebolla, a charqui y queso añejo, para luego cazar furtivamente corderos, cabras y gallinas que degollaba con inusual calma para alimentar a su madre y a sus hermanastros; su juventud pasó entre muchas pendencias, grillos, cadenas, cepos y amores, aventuras y malones, para convertirse en hombre el día aciago en que por primera vez limpió de la hoja de su cuchillo la sangre de otro ser humano. Siempre llegaba y se iba en silencio, sin más nombre que sus apodos, que hablaban de otras muertes y de otras tierras, de asaltos, cuatrerismo y picardías; muchos se medían contra su sombra, otros se afanaban por ser sus conocidos y muy pocos podían llamarle amigo; bebedor incansable de aguardiente durante la vendimia y cantor alegre en las pulperías de extramuros, era un jugador empedernido de dados y naipes, de rayuelas y carreras ‘a la chilena’. Transitaba como sombra por fuertes, pagos y villas, puestos y vados, dejando tras de sí la extraña sensación de nunca haber pisado esa tierra. Sus historias en las noches lluviosas eran interminables, atrayendo sobre sí el halo de los hombres solitarios y andariegos que deslumbraban a las mujeres y niños, y que ejercían una fatal envidia entre los huasos e inquilinos. En su vida se entrecruzaban corregidores, comandantes y cabos de fuertes con la misma abundancia que lonkos, machis y caciques; hablaba con facilidad las dos lenguas, preparaba pócimas de hierbas que crecían entre los yuyos, imitaba fácilmente el canto de queltehues y tricahues, y conocía todos los caminos y vados que unían a Chile con la Araucanía. Había cruzado innumerables veces la cordillera y dormido bajo el tembloroso cielo en Sierra de la Ventana, Tandil y El Volcán, llegando hasta los arrabales de Buenos Aires y Mendoza como uno más entre las partidas de feroces maloqueros mapuches. A veces era potreador o cazador de avestruces, corralero, gañán, arriero o baquiano, buhonero, lengua o cautivo, soldado sin uniforme, ración ni sueldo fijo. Su patria eran un poncho, un caballo y su cuchillo. En una palabra, era un fronterizo.

Descargas

Los datos de descarga aún no están disponibles.

Descargas

Cómo citar

Que la dicha herida se la dio de buena, sin que interviniese traición alguna...: el ordenamiento del espacio fronterizo mapuche, 1726-1760. (2011). Revista De Historia Social Y De Las Mentalidades, 5(1). https://revistas.usach.cl/ojs/index.php/historiasocial/article/view/310