Núm. 18 (2022): Tragedia y política

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En la alborada tradición civilizatoria de Occidente dos acontecimientos se entrelazan tan íntimamente, casi tornándose indiscernibles: la emergencia de la pólis democrática y la configuración del teatro trágico. Ambos acontecimientos, propiamente atenienses, traman una insoluble imbricación, de modo que inauguran un régimen de politicidad donde teatro y asamblea, héroe trágico y ciudadano, parecieran hilvanados por los delicados y cruentos hilos de la fuerza y el conflicto de la vida en común. 

Tempranamente, entonces, asistimos al maravilloso encuentro entre política y tragedia, ahí donde la palabra, el gesto y la afirmación de libertad, se entrecruzan con los desgarros y penurias que inexorablemente padecen los hombres, cual si se tratase de la inclemente sentencia de una fatalidad destinal, que ha de azotar a quienes, en nombre de la emancipación su voluntad empeñan. Allí, en el siglo V a.C. la Grecia Clásica ofrece uno de los más bellos y violentos paisajes que anudan el devenir de la historia, la política y la democracia occidental.

Libertad y castigo, convicción y fracaso, inocencia y penuria, belleza e inclemencia, serán algunas de las tópicas y motivos que traman el êthos trágico del ciudadano-héroe, que inaugura y nos hereda el teatro y la asamblea ateniense. Fúndanse allí aquellos preceptos que viera nacer la Atenas democrática, como los principios de igualdad, justicia, libertad y dignidad, que hasta hoy pulsan y trazan los valores del periplo histórico-político de nuestras sociedades. Sin embargo, así como se proclamaron, también se negaron y constriñeron, al rango en que el mismo esplendor democrático que declamó la gran manumisión, hubo de generar también las condiciones para su propia ruina y devastación.

Publicado: 30-12-2022

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