Vol. 5 Núm. 15 (2021): Universidad, escritura y pensamiento
La Universidad como espacio generador de conocimiento históricamente ha sido exigida en diversos contextos para ofrecer su contribución al desarrollo de la sociedad. La formación de profesionales de excelencia en los más variados ámbitos y disciplinas, sin duda, es una de las misiones centrales de la institución universitaria. Sin embargo, no es la única. La Universidad constituye el patrimonio cultural y cognitivo de una sociedad, es un activo agente formador de ciudadanía y también de compromiso con el bienestar, el resguardo de los derechos y dignidad de la persona humana y el medioambiente. La Universidad constituye un vector de progreso y crecimiento de la comunidad conducente a la promoción de la autonomía, la pluralidad y la riqueza de la diversidad humana. Se podría decir que, por definición, la Universidad es el lugar del pensamiento, y en ese sentido, una instancia en la que las sociedades se piensan a sí mismas en su quehacer y su propósito.
Desde esa comprensión elemental, la Universidad ha de aportar a la generación, profundización, democratización y complejización del campo del conocimiento, de la investigación y su variada aplicación. En suma, la Universidad ha de concebir y promover una política de investigación y sus lógicas de producción, circulación, difusión y vinculación con el medio, destinadas a impactar y potenciar los más diversos ámbitos del quehacer social, cultural, económico y político.
No obstante, nada de aquello resulta posible sin la activación de un principio fundamental para su ejercicio, cual es, el desarrollo del pensamiento. Desde luego, el vocablo «pensamiento», tan frecuentemente utilizado en la vida académica y universitaria, ofrece complejidades delicadas y decisivas cuando se le examina con detención. En lo inmediato, sólo atiéndase a la exigencia de poner en examen las premisas a partir de las cuales se profiere un corpus de enunciados y las implicancias analíticas que de ellos se podrían derivar. Asimismo, indagar en la evidencia existente, en los procedimientos de su generación, en el alcance y validez del saber producido, y muy especialmente, las limitaciones y constricciones que afectan a dicho ejercicio y facultad.